Creo que el género humano tiene mucho de animal de costumbres. Siempre hay un horario, unos compromisos, unas tradiciones o unas normas que se imponen de tal forma que uno puede afirmar, sin riesgo de equivocarse, que en un determinado momento estará haciendo según qué cosa.
Sin embargo, creo que dentro de las costumbres hay que distinguir entre las costumbres rutinarias y las no rutinarias. Ese pequeño gran matiz se basa en el carácter negativo que inculca el término rutina. Así, el madrugar todos los días para ir a trabajar, recoger la habitación antes de salir de casa, encontrarte con el atasco de siempre en la rotonda de siempre, aguantar la charla de turno del pesado de tu jefe, comer todos los lunes en el restaurante donde vas todos los lunes, ver el partido de fútbol del sábado porque quiere verlo tu marido, ver el programa de cotilleos del viernes porque le gusta a tu esposa y así el sábado puedes ver el fútbol etc. etc. etc. podrían ser claros ejemplos de costumbres rutinarias.
Por otra parte, las costumbres no rutinarias son sumamente placenteras y quizá lleves años cumpliendo con ellas, pero no suponen una obligación sino una devoción: veranear en un sitio determinado, reuniones familiares, viajes, asistir a ciertas fiestas, viajar a un destino no prefijado en Semana Santa, etc. etc.
Rutina o no rutina, he ahí la cuestión... o no... o qué sé yo...
sábado, 17 de marzo de 2007
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