martes, 24 de abril de 2007

Viento

El viento suele pasar desapercibido. Apenas hace ruido y uno casi ni se percata de su actividad y, cuando se hace notar, suele ser sumamente agradable.
Parece saber cuando necesitas su presencia y cuando debe alejarse. Justo un segundo antes de que comiences a sentir cualquiera de esas dos sensaciones, aparecerá o se alejará.
Siempre está ahí, ausente o presente; pero, en ambos casos, es su sabia forma de manifestarse. A veces aparece de forma puntual y periódica, y otras súbitamente, unas veces se acompaña de la lluvia para acariciar tu rostro y ofrecerte la ternura que precisas y, en otras ocasiones, te golpea la cara para que reacciones, alces la mirada, acumules coraje y afrontes la realidad con valentía.
Pero lo que nunca se debe hacer jamás es enfurecer al viento. Raras veces muestra su faceta más embravecida; pero cuando esto ocurre, lo mejor es huir y guarecerse como uno buenamente pueda. Una vez desatada su cólera se convertirá en tifón, tornado o huracán y arrasará con todo lo que encuentre a su paso sin distinción alguna. Y empleará al mar, a los truenos y relámpagos y a cuanto estime necesario hasta que su ira quede satisfecha... o no... o qué sé yo...

2 comentarios:

PepeDante dijo...

Mañana (alucina, ¡mañana!) por fin vienen a reparar el trozo de tejado de mi casa que el viento se llevó el 20 de septiembre. Si llego a saber que eres tan amigo de él te habría dicho que le pidieras que lo devolviera.

Don Serafín dijo...

Vaya. Aunque nunca es tarde si la dicha es buena ;-) o no... o qué sé yo...