lunes, 9 de abril de 2007

Gregarios

Según la RAE, un gregario, entre otras acepciones, es alguien "que está en compañía de otros sin distinción, como el soldado raso".
En particular, en ciclismo, un gregario es aquel corredor que se sacrifica por su jefe de filas, aquel que asume que todo su esfuerzo jamás será aplaudido, que nunca saldrá en las portadas de los periódicos y a quien nunca entrevistarán, de quien rara vez se hablará. Es ese atleta que tendrá que vaciarse en beneficio de otro, y que jamás dirá una palabra más alta que otra ante la reiterada tozudez de la obligada sumisión por el bien del jefe de filas.
Pero el gregario, el buen gregario, el que todo jefe de filas quisiera tener, disfruta con el éxito de su jefe. Lo da todo a lo largo de kilómetros y kilómetros, en los empinados ascensos y en las vertiginosas bajadas, marcando el ritmo adecuado, yendo a la cola del pelotón para buscar bidones de agua, cediendo su bicicleta cuando la bicicleta del líder sufre una avería, apremiando cuando algún rival flaquea o esperando a su líder para marcarle una cadencia adecuada. Acude a la llamada de su compañero donde y cuando sea, sin importar su propio estado.
Y así ocurre durante mucho tiempo. Es auxilio en los momentos de debilidad y complicidad en los de fortaleza. A pesar de saber que tanto esfuerzo, quizá, no vea recompensa explícita, el gregario hace lo posible y lo imposible para que su líder llegue a los momentos cruciales en la mejor situación posible. Y esa es su gran victoria, su mayor éxito. El que nadie coreará, pero el que le llena plenamente.
Pero tanto sacrificio pasa factura. Y al líder aún lo pueden exprimir; pero el gregario se desecha al primer síntoma de flaqueza. Él, por primera vez, intenta rebelarse, argumentando que sabe sufrir, que es lo que ha hecho siempre, que la experiencia suple muchas dificultades físicas; pero los patrones del equipo no lo escuchan. El líder quisiera defenderlo porque sabe que es el mejor; pero se debe a su entorno, que es quien le paga.
Pero la carretera da y quita razones. Y el líder echará de menos a su fiel gregario en los momentos realmente difíciles, porque éste sabe lo que necesita y cómo se encuentra en cada instante, sin decirle nada, simplemente cruzando sus miradas. Y el gregario, aún en contra de la lógica, ayudará a quien fue su jefe de filas... o no... o qué sé yo...

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