Y recordé los bares de siempre que he disfrutado. Primero fue el ‘Trivial’ en mi pubertad: allí, entre quesito y quesito, vieron la luz las primeras confesiones de instituto; luego el ‘Palumbo’ donde las inquietudes universitarias se ponían de manifiesto antes de subir a Doniños y escrutar nuestras almas; después el Atalaya: ¡cuántas noches de sábado después de 12 horas de estudio! ¡cuántos ánimos recibidos y cuántos malos tragos superados! En Madrid, estaba el Criscar: ¡cuánta nostalgia y añoranza vividas entre litros de cerveza! ¡y qué manera de rajar del jefe! Y, a día de hoy, está el Carteles: que es como el Trivial, el Palumbo y Doniños pero con 10 años más y más alcohol en sangre; y el Santa Isabel: no es que hayan ocurrido grandes cosas allí, pero, al igual que sucede con la amistad, se va labrando su lugar a base de pequeños detalles y de momentos entrañables que forjan ese agradable sentimiento que percibes cada vez que entras…o no… o qué sé yo.

2 comentarios:
Hubo una breve temporada en Vanellus, allí tuvimos una época extraña... ¡Tomábamos té!
Cierto, cierto.... bueno, tomábais :-)) Yo el agua caliente la prefiero para calentar los pies :-//
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