26 meses estuve allí.
26 meses monótonos, rutinarios, asfixiantes, alienantes.
26 meses en los que 5 de cada 7 días estaba donde no quería estar y medio día más pensando que me tenía que ir.
26 meses de retrasos en los aviones.
26 meses de noches de domingo en vela cavilando como cambiar aquello.
26 meses en los que los malos momentos eran cualquier momento.
26 meses en los que los buenos momentos eran especialmente buenos por el simple motivo de que conseguían que el tiempo pasase rápidamente.
26 meses notándome acento madrileño los viernes por la tarde y acento gallego los lunes por la mañana.
26 meses presenciando en primera fila la mala educación, la chulería y la prepotencia.
26 meses en los que expresiones como 'ej que loj cajcoj ejtán jodidos' o 'tráemele que me le leo' perforaban mís tímpanos sin piedad.
26 meses sufriendo las aglomeraciones del metro.
26 meses casi sin lluvia, casi sin verde, casi sin mar.
26 meses para aprender que la paciencia no debe ser la única solución.
26 meses diciéndonos 'si yo no quiero irme y tú no quieres que me vaya, ¿por qué cojones me voy?'
Odié, odio y odiaré, al menos durante 26 eternidades, a Madrid.
viernes, 1 de junio de 2007
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2 comentarios:
Yo digo que no puedes culpar a la ciudad en sí, sino a las circunstancias que te rodeaban. Yo a veces me cago tanto en Ferrol... pero qué culpa va a tener Ferrol de nada.
La ciudad tiene parte de culpa. La chulería, la prepotencia, el laísmo, el leísmo, la ausencia de lluvia o de mar y algunas otras cosas más sí son debidas a ese pueblo grande.
La otra mitad, en efecto, es coyuntural; pero también ayuda a odiar.
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