viernes, 16 de febrero de 2007

Impertinencias

Ayer me volvió a suceder. De repente, mi estómago se despertó y dio señales de vida. Como un niño impertinente en la última clase del viernes antes de unas vacaciones, gritó con todas sus fuerzas para acaparar la máxima atención posible:

¡¡Hoooola!! ¡¡Ya estoy aquiiií!! ¡¡Estás nervioooooso!! ¡¡Estás nervioooooso!! ¡¡Estás nervioooooso!! ¡¡ Jajajaja !! ¡¡Pringao, pringao!!

El caso es que el procedimiento siempre es el mismo. Cuando se supone que todo debería de estar apaciguado y, sin que nada provoque tal intranquilidad, mi estado de ánimo se ve alterado súbitamente. Y alterado sigo a lo largo de unos días, hasta que vuelvo a la normalidad. Eso sí, la siguiente ofensiva es mucho más agresiva; aunque, al menos, la mayor proximidad del examen de turno justifique tal hostilidad... o no... o qué sé yo

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