Hacía más de dos años que no nos veíamos. Manteníamos el contacto por mail; pero, físicamente, no habíamos coincidido en todo ese tiempo. Y el sábado allí estábamos, los tres, charlando en la gasolinera contándonos nuestras vidas con la grata sensación que se tiene cuando te reencuentras con los buenos amigos.
Veinticuatro horas más tarde nos volvíamos a ver. Ahora en un tanatorio.
Me dio que pensar. Y la mejor conclusión a la que llegué es que a los buenos amigos no hay que llamarlos, simplemente aparecen, de una u otra forma, para ofrecer lo que necesitas en ese instante.
martes, 13 de febrero de 2007
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