El pasado sábado estaba don Serafín trasteando con la cuna de Jack Jack. Con tanta vitamina está hecho un toro y no hace más que crecer. Ya se pone de pie en la cuna y, para evitar que al asomarse se caiga al suelo, hubo que hacer ciertos ajustes en su primera cama.
Así que entre llaves Allen, tuercas y demás chirimbolos trascurría la tarde sabatina. El problema apareció cuando don Serafín precisó la ayuda del abuelo de Jack Jack.
Ambos tienen maneras diferentes de trabajar, de conducir, de hacer puzzles, de cocinar, de cortar la hierba, de hacer brasas, de hacer casi cualquier cosa, en definitiva. Y tal diferencia radica, principalmente, en el ritmo de trabajo que adopta cada uno.
Don Serafín es un corredor de fondo, adopta una cadencia determinada y la mantiene a lo largo del tiempo que sea necesario, no va ni deprisa ni despacio, es como un martillo pilón con un ritmo tan machacón como supuestamente efectivo.
El abuelo de Jack Jack es un velocista. No es impetuoso, pero parece como si siempre tuviera prisa. Es más un Michael Johnson que un Maurice Greene. Mientras hace algo, da la sensación de que no puede perder ni un segundo, que no se permite ni una mínima pausa por miedo a no tener tiempo para la siguiente tarea. Siempre rápido, siempre ágil, siempre presto y dispuesto, siempre con la agenda al borde de la eclosión.
Así que, el sábado por la tarde, como tantas otras veces, don Serafín se armó de paciencia y procuró centrarse única y exclusivamente en la cuna. Pero, como tantas otras veces, fue imposible. En su lucha contra aquellas malditas tuercas el abuelo de Jack Jack no hacía más que mover la cuna. Y cada empujón crispaba, cada vez más, a don Serafín. Y es que así le era imposible coger un ritmo de trabajo adecuado. Y las mismas ideas de siempre rondaron por la cabeza de don Serafín:
'Dile que no mueva la cuna'
'Aunque se lo diga a los dos minutos vamos a estar en las mismas'
'Pues te vas a seguir cabreando'
'Si tampoco falta tanto para acabar'
'¿Entonces porque te enfadas? Si algo no te gusta hay que hacer lo posible por cambiarlo, ¿no?'
'Sí, eso es cierto. Pero la cosa no es tan grave. Le acabo de pedir ayuda, así que no creo que lo mejor sea reñirle'
Y, como en todas las ocasiones menos una, esos pensamientos lo distrajeron un poco y ambos (cada uno con su ritmo) finalizaron la tarea.
'Si tampoco era para tanto'
'Ya, ya. Pero sabes que la próxima vez ocurrirá lo mismo.'
'Sí... o no... o qué sé yo...'
martes, 1 de mayo de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario