Mi cerebro parece estar saturado y ni admite más soluto que aumente la concentración de conocimientos, ni consigue mantener la sesuda reacción que proporciona más productos imaginativos con los que alimentar este blog. Si así fuese, se reduciría el volumen de la disolución cerebral que parece alcanzar los límites de mi cráneo pretendiendo expandirse más allá de ellos para que, de esta forma, la presión disminuya.
Así que he optado por un viejo recurso. Escribir que no tengo nada que escribir. De este modo, dicha paradoja me llevará a publicar una entrada más y así ganar tiempo para que, con suerte, en algún momento de reposo se me ocurra algo original que añadir a este cuaderno de bitácora.
Creo que esta situación durará, al menos, un mes y medio. Las prioridades serán las de mantener lo más activas posible las neuronas pertenecientes al ejército del opositor de este año. Luego, las neuronas de Jorge deberán terminar sus batallas lo mejor posible y procurando que no polemicen demasiado con el resto de neuronas. Y, por último, las neuronas de las rutinas diarias deberían de seguir su silencioso, machacón y periódico cometido día a día.
Así que procuraré reservar media neurona malherida para ir relatando las actividades del resto de neuronas... o no... o qué sé yo...
